Oratoria para Médicos

lunes, 8 de agosto de 2011

Existen dos clases de hombre: aquellos que duermen y sueñan de noche, 
y aquellos que sueñan despiertos y de día: 
esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños hechos realidad".
                                                                                                           Lowrence de Arabia
 
           Hace unos tres millones de años, aparecía el hombre sobre la tierra, en una impensable evolución de cientos de miles de centurias, desde el caldo de cultivo (mares y vulcanismos), que le dieran vida a nuestro planeta.

             Su original aparato respiratorio se fue adaptando y combinando con el mecanismo para deglutir, ubicado en la faringe, lugar donde se desarrolló una suerte de válvula que evitaría el pasaje de los alimentos hacia el estómago. Ese órgano respiratorio se encargó del intercambio gaseoso, vital para la vida. Actuando como un fuelle ayudado por un músculo posicionado arriba del estómago (diafragma) y la estructura ósea que los contiene (tórax), los pulmones al inspirar el aire lo expulsan al expirar, por un  sistema de conductos (fosas nasales, faringe, laringe tráquea y bronquios). Era natural que una masa de aire circulando por un tubo semejante, produjese ciertos ruidos, como ronquidos. A partir de esa propagación de sonidos guturales se combinó con su único sistema de comunicación instintivo: el lenguaje gestual, Comenzó la creación de otro sistema capaz de producir una gran variedad de sonidos diferentes: el aparato fonador.

             El hombre aprendió así a comunicarse con una técnica combinada: con los gestos y con la resultante de los sonidos de su sistema respiratorio. La naturaleza le permitió ascender un escalón más en su propia evolución, con la aparición de las cuerdas vocales, ubicadas en el interior de la laringe, mientras que su caja craneana en desarrollo permitía el crecimiento de la masa encefálica. Y más allá, con el correr de miles de años, se produjo el suceso más importante del reino animal: el prodigio del razonamiento.

         Pero aquel ser necesitó desarrollar un medio de comunicación para con los suyos. Así, su lenguaje gutural y gestual evolucionó lentamente, hasta poder representarlo con variados e ingeniosos sistemas de escritura, que le permitió aprender a dibujar, contar y más adelante relatar su propia historia.

             En ese proceso evolutivo, aquel hombre del que descendemos, había aprendido a comunicarse con sus propios sonidos y con otros medios, como la percusión, los colores, el humo, las banderas y los escudos, que daría origen más adelante a otro fenómeno importante: las etnias. Con la aparición de las naciones como organización racial, el intercambio de mercaderías (trueque), aquel ser ancestral dio lugar al proceso de la comercialización, actividad que necesariamente lo llevó a aprender otras lenguas y otras costumbres. 
Con el devenir de las centurias, pasadas las edades del bronce y del hierro, el hombre había aprendido definitivamente a comunicarse, ingresando en una revolución tecnológica que dejó atrás a otras “especies” animales, que pacientemente, aún aguardan encaramarse al primer peldaño de su escalera evolutiva.

             Así, el ser humano actual como el primitivo, necesita al hablar, hacer pausa para respirar y otras más para intercalar el proceso de la saliva. En este procedimiento comunicativo, es donde la mayoría de las personas lo ejecutan mal, porque no aprovechan todo el caudal de aire (capacidad pulmonar), respirando y haciendo mal uso de ese aire para hablar, generando frases o palabras entrecortadas por no utilizar adecuadamente su reserva de aire pulmonar. Este uso inapropiado de sus cuerdas vocales, no sólo le resta color a la palabra hablada, sino también lo conduce a otros inconvenientes como el estrés, el desgaste prematuro de su voz y hasta cierto desprecio hacia ella.

             El hombre del tercer milenio suele hablar relativamente bien ante una persona, pero frente a un público, el peso de la dimensión psicológica de éste y la falta de una técnica respiratoria apropiada, puede llevarlo a un bloqueo producido por la pérdida momentánea (o total) de la idea a comunicar (lagunas mentales), a exponer en forma desordenada y confusa, emitir una voz chillona (cierre de las cuerdas vocales), a congelarse ante sus oyentes (pánico escénico), produciendo así algunas perturbaciones emocionales que le será difícil después superar. Esto, sin considerar las consecuencias en el mundo psicológico de quienes escuchan.
 Profesionales de la salud dan constantes charlas, capacitan e informan a la población a fin de prevenir las enfermedades, y solemos verlos por los medios televisivos, hablar por radios o leer su nota en los medios gráficos.

             Los mismos profesionales asisten a congresos y simposios. Muchos de ellos asumen el rol de docentes en instituciones hospitalarias y otros participan en entidades gremiales o colegios. También los vemos como funcionarios en áreas gubernamentales, a nivel nacional, provincial y municipal.

             Y su responsabilidad no es diferente a la de ingenieros, abogados, contadores, comerciantes, profesores y otros profesionales, que a la hora de hablar, de decir un mensaje ante un público, una reunión de directorio, una asamblea y todo multimedio presente, tiene que aprender a hacerlo con autoridad, en forma clara, creíble, convincente y persuasiva. Muy persuasiva.

            
Y para que ello suceda, estamos nosotros.

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